miércoles, 27 de febrero de 2008

Una Carta,...


Como se había convertido en costumbre últimamente, la pensión estaba llena. Lo cual me provocaba una inmensa seguridad, pues sabía que se trataba de dinero fresco. Al fin y al cabo, ¿qué puede haber mejor en la vida que el dinero?.
Así me recreaba en mis pensamientos durante la mañana cuando alguien abrió la puerta de la pensión; pensé que se trataría de un nuevo cliente, solo tenía tres habitaciones libres, pero pronto me di cuenta de que los que entraban no buscaban una habitación para pasar el día.
Mis sospechas se confirmaron rápidamente;

- Buenos días – dijo el más alto.
- Buenos días – le respondí.

Se trataba de un par de hombres, el más alto parecía llevar la voz cantante, el otro no decía nada, tan solo miraba y casi no pestañeaba, solo miraba hacia atrás con cierta frecuencia.

- Buscamos cierta información
- qué tipo de información – le contesté.
- estoy seguro que nos entenderemos – espetó el alto.
Sobre el mostrador colocó lo que parecía una fotografía en blanco y negro, pero no era reciente, sino que por la textura parecía una fotografía con cierto tiempo. Buscaban a una persona, y yo lo conocía; se trataba de un inquilino de mi pensión. Justo cuando les iba a dar la información que buscaban algo me detuvo. No sé explicar qué fue exactamente lo que me hizo detenerme, pero algo en aquellos tipos no me gustaba.

- No he visto nunca a este hombre.
- ¿Seguro? – preguntó el alto.
- Cuando digo que no, es que no, y no tengo nada más que decir.
- entiendo – dijo el alto mientras me miraba a los ojos.

Se marcharon pronto, no antes de mirar a en todas direcciones. La desconfianza se apoderó de mí. ¿Debía poner en aviso al inquilino?, ¿debía inmiscuirme en asuntos que no eran míos?.

La sorpresa fue cuando mirando al mostrador descubrí un sobre. ¿Pero quien coño ha dejado esto aquí?.
El sobre llevaba mi nombre.