lunes, 21 de enero de 2008

LA SALA DE CALDERAS


Recuerdo la primera vez que entré en la sala de calderas. Fue cuando empecé a trabajar en la Pensión Bienvenido, hace ahora tres años exactamente. El director del hotel contactó conmigo a través de una página de empleo y, tras una breve entrevista (en la que apenas revisamos mi curriculum), me ofreció el puesto. Por aquel entonces me estaba tomando un periodo de descanso, y lo cierto es que no me pareció mal volver al trabajo aprovechando la ocasión que se me brindaba.

Una vez hube firmado el contrato, el director me expuso con impaciencia la que habría de ser mi primera tarea. Al parecer habían estado teniendo problemas con el sistema de distribución de agua caliente. Una vez resuelto el entuerto -no me costó demasiado descubrir que el fallo residía en el quemador de la caldera principal- descubrí que el anterior técnico de mantenimiento había sido despedido pocos días atrás. Alguien me contó que, aun en pleno invierno y con el agua caliente averiada, el director Ciro Matamoros despidió a ese técnico sin contemplaciones.

Aunque al principio me extrañó mucho, poco después descubrí que ese Ciro, lejos de responder a mi primera impresión -la de una persona sensata y razonable-, era un completo cretino, y entonces atribuí aquel despido a alguna excentricidad suya.

Hoy he bajado a realizar una inspección rutinaria y, al revisar el quemador de la caldera principal, he recordado esta anécdota. Ahora me pondré a hacer algo de limpieza, que ya va haciendo falta. Me gustaría pedirle ayuda a la buena de Mari Trini, que seguro que además amenizaría la tarea con el ocurrente estilo que tiene para contar historias cotidianas. Por desgracia para mí, y al margen del director (que tiene su propia llave), sólo yo tengo permiso (y una copia de la llave) para entrar en la Sala de Calderas.