domingo, 20 de enero de 2008

Alguien me vigila


Siempre he sido una persona de caracter tranquilo, amable, y de temperamento calmado. Sin embargo, de un tiempo a esta parte cada vez estoy más nervioso.

Si bien mi acompañante misterioso no ha vuelto a aparecer, hay alguien que creo que me vigila de cerca. Puede que anden tras el borrador de mi próxima novela, que mi editor me pidió que guardara celosamente. Sospecho que este espionaje está de alguna forma relacionado con la persona que pagó mi habitación, pero no logro ni suponer por qué.

Mis sospechas empezaron hace un par de días. Normalmente no salgo mucho de mi habitación. Por las mañanas, nada más despertar, bajo a por el desayuno, y suelo continuar con la correción de mi novela en el patio que da a la cocina, siempre rebosante de luz y tranquilidad. De ahí, subo de nuevo a la habitación por motivos de aseo, y descanso -normalmente con un poco de lectura- hasta la hora del almuerzo. Hace tiempo que no voy a casa: normalmente me quedo a comer en algún bar cercano, pero últimamente, desde que probé las maravillas de la cocina del señor Martín, prefiero comer también aquí en la pensión. Por las tardes continúo con mi trabajo: en mi habitación diseño los perfiles de los personajes que compondrán mi próxima obra, y sus relaciones. Y finalmente, por las noches me gusta dedicarme al placer de la lectura hasta quedarme dormido.

Como veis, me ausento poco de la habitación. Pero fue después de una de mis escapadas cuando noté que alguien había entrado. No había nada en particular que le delatara, sino más bien un conjunto de pequeñas cosas: mis zapatillas no estaban juntas a los pies de la cama, sino un poco desplazadas, como si alguien hubiera tropezado con ellas. Las cortinas, que siempre mantengo cerradas, estaban entreabiertas, y sin duda, habían deshecho la cama, para luego volverla a hacer, en un intento frustrado de encontrar algo... Tras pensarlo detenidamente, llegué a la conclusión de que alguien andaba detrás de mi preciado borrador. Suerte que normalmente cuando salgo, es para corregirlo, y lo suelo llevar conmigo.

Pese a no estar tranquilo, siempre pensaba que podría habermelo imaginado todo, que tanto trabajo me estaba volviendo mal de la cabeza. Pero esta tarde ha ocurrido algo que me ha confirmado mis sospechas. Mientras dibujaba y estudiaba las complicadas relaciones familiares de los personajes de mi próxima novela, de repente me envolvió un silencio sobrecogedor. Yo me quedé inmóvil, inquieto, y sin saber por qué, de repente sentí una presencia en algún lugar de la habitación. Ese sentimiento se mantuvo durante algunos minutos hasta que finalmente aguanté la respiración, intentando no emitir el más mínimo sonido. Cerré los ojos, y de repente, me pareció oir un leve chasquido que provenía de la pared situada a mi derecha. Intentando no parecer alarmado, me giré, como buscando un documento, intentando dar con el origen del chasquido, cuando allí lo vi, en la pared: un minúsculo agujero a través del cual juraría que vi movimiento tal cual me estaba girando.

Mi reacción fue inmediata: cogí mi portafolios -ya que no me separo de él en ningún momento- y salí al pasillo. Como la pared desde la que me observaban daba a la habitación vecina, llamé varias veces, sin obtener respuesta.

Como siempre hago en estos casos, mantuve la calma y regresé a mi habitación para meditar qué hacer. Si alguien quiere vigilarme, la habitación vecina, con su indiscreta mirilla, sería el lugar ideal. Poco tardé en bajar para preguntarle al señor Matamoros quién la ocupaba. Su respuesta fue que esa habitación no ha estado alquilada en los últimos días.

Volví sobre mis pasos, dejando atrás al señor Matamoros con una mueca de "¿y a ti qué coño te importa?" en la cara, y justo antes de cruzar el umbral que daba al pasillo lo vi clarísimo. ¿Cómo he podido ser tan despistado? Di media vuelta y volví a hablar con el director:

- Disculpe, señor Matamoros. La noche que llegué a la pensión estaba un poco borracho, y no recuerdo quién me pudo acompañar. ¿Podría usted decirme quién me trajo aquí, y pagó la habitación? Tuvo que dejar su documentación, ¿no?

La cara del señor Matamoros, esta vez se tornó en una expresión de desagrado tremenda. De sus labios oí lo último que esperaba como respuesta...

Mientras volvía a mi habitación sus palabras no paraban de resonarme en la cabeza.

¿La habitación la pagué yo? ¿Cómo es posible?