jueves, 10 de enero de 2008

Con las manos en la masa - Como llegué a parar aquí

Por aquellos días de primavera mi vida estaba putrefacta, como la mayoría de los alimentos de mi recién estropeado frigorífico. Mi sueldo necesitado de levadura, era como un canapé: pequeño e incapaz de saciar mis necesidades.

Con idea de alimentar la economía sumergida, la búsqueda de algún cartel callejero donde figurase “Reparaciones a buen precio” me llevó más tiempo que encontrar una receta adecuada para un ocasión especial.

Tras veintinueve minutos de rastreo, paré a descansar en la plaza del Pan. Sólo de mirar el nombre mi vacío estómago se regocijaba de alegría. Transcurrido no sé cuanto, callejeé por no sé donde, y allí en la intersección de las calles Agua y Pimienta colgaba aquel folio escrito a mano: “Adam white, técnico de mantenimiento. Precio: la voluntad”

Rápidamente, arranqué una de las tiras con el teléfono y me puse en contacto con él. Dos horas más tarde, mientras me reparaba el electrodoméstico empecé a hablarle de mi vida, fruto de la desesperación: “¡Encima que todo me va mal, el frigorífico de tan sólo año y medio decide prescindir de mi!”. Sólo buscaba consuelo, unas dulces palabras con las que nutrir mi desesperación.

Con idea de caerle en gracia y reducir “la voluntad” al máximo, una vez terminado su trabajo invité a Adam a limonada y crêpes caseros que él aceptó encantado. Tras el primer bocado y el segundo sorbo, su expresión cambió a una gran sonrisa. “¡Eres quién buscábamos!” me dijo sin venir a cuento. Yo, que no entendía el porqué de sus palabras sólo pude hacer un gesto de ignorancia que él respondió mostrando uno de sus folios manuscritos: “Se busca cocinero de buena voluntad y amable paladar. Razón Pensión Bienvenido.”

Desde aquel día, mi vida cambió a mejor. Ahora desde los fogones de esta cocina que me vio renacer, alimento a todo aquel que se hospeda en esta vuestra pensión con platos aderezados de cariño, porque no sólo de pan vive el hombre.